
Sábado, 30 de enero de 1943
Querida Kitty:
Me hierve la sangre y tengo que ocultarlo. Quisiera patalear, gritar, sacudir con fuerza a mamá, llorar y no sé qué más, por todas las palabras desagradables, las miradas burlonas, las recriminaciones que como flechas me lanzan todos los días con sus arcos tensados y que se clavan en mi cuerpo sin que pueda sacármelas. A mamá, Margot, Van Daan, Dussel y también papá me gustaría gritarles: "¡Dejadme en paz, dejadme dormir por fin una noche sin que moje de lágrimas la almohada, me ardan los ojos y me latan las sienes! ¡Dejadme que me vaya lejos, muy lejos, lejos del mundo si fuera posible!". Pero no puedo. No puedo mostrarles mi desesperación, no puedo hacerles ver las heridas que han abierto en mí. No soportaría su compasión ni sus burlas bienintencionadas. En ambos me daría por gritar.
Todos dicen que hablo de manera afectada, que soy ridícula cuando callo, descarada cuando contesto, taimada cuando tengo una buena idea, holgazana cuando estoy cansada, egoísta cuando como un bocado de más, tonta, cobarde, calculadora, etcétera. Todo el santo día me están diciendo que soy una tipa insoportable, y aunque me río de ello y hago como que no me importa, en verdad me afecta, y me gustaría pedirle a Dios que me diera otro carácter, uno que no haga que la gente siempre descargue su furia contra mí.
Pero no es posible, mi carácter me ha sido dado tal cual es, y siento en mí que no puedo ser mala. Me esfuerzo en satisfacer los deseos de todos, más de lo que se imaginan aun remotamente. Arriba trato de reír, pues no quiero mostrarles mis penas.
Más de una vez, después de recibir una sarta de recriminaciones injustas, le he dicho a mamá: "No me importa lo que digas. No te preocupes más por mí, que soy un caso perdido". Naturalmente, enseguida me contestaba que era una descarada, me ignoraba más o menos durante dos días y luego, de repente, se olvidaba de todo y me trataba como a cualquier otro.
Me es imposible ser toda melosa un día, y al otro día dejar que me echen a la cara todo su odio. Prefiero el justo medio, que de justo no tiene nada y no digo nada de lo que pienso, y alguna vez trato de ser tan despreciativa con ellos como ellos lo son conmigo. ¡Ay, si solo pudiera!.
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Nunca había oído hablar de este libro hasta que lo leí creo en el blog de Amelche. Se sorprendió de que no supiera de quien hablaba y estas Navidades puso remedio a ello. No voy a hablar de Ana Frank, solo repetiría lo que hay en la red, ni tampoco del relato en primera mano de lo que le tocó vivir durante la guerra y que quedó reflejado en estas páginas. Lo que más me está impactando del libro es conocer a una niña de 13 años, sus pensamientos, sus sentimientos, su carácter, su angustia, ... Este ha sido uno de los apuntes en los que más me he idenficado con la personalidad de Ana. Me sorprendí gratamente saber que ella fue una aficionada a la mitología griega y Romana (como una servidora), estudiosa y rebelde.
Todavía no he terminado el libro, pero es lo ultimo que veo cuando apago la luz por las noches y lo primero que me saluda por las mañanas. Por alli donde esté Metis siempre le acompaña Ana metida en el bolso...