El domingo descubrí que cara tiene la felicidad. Contemplé unos ojos chispeantes de alegría y la sonrisa más sincera que he visto nunca. Toda ella iradiaba dicha. No pude contener que unas traicioneras lágrimas se me escaparan rodando... Y Ella las vió. Y entonces esos brazos abiertos, que hace un minuto abrazaban a su pequeño hijo, vinieron a consolarme a mí. Y su sonrisa le ganó la batalla a mi llanto. ¡Cómo se agradecen en algunos momentos unos abrazos sinceros que te arropen!.
Siempre la he admirado. Y envidiado (sanamente claro). Ella tiene todo lo que yo no llego a alcanzar, ha sabido ir en su búsqueda mientras que a mí siempre me ha vencido el miedo o la cobardía.
Sólo deseo que esa cara que vi el domingo algún día pueda verla reflejada en mi espejo (y no tener que ir nunca a consolar a alguien por el mismo motivo...)
A Maribel.