
María conoció al Amor en persona hace ya algunos años. Era Navidad. Ella estaba sentada frente a las llamas de una lumbre agonizante y acercaba sus curtidas manos a ella en un débil intento de calentar algo de su frío cuerpo...
Fue entonces cuando, en medio de la oscura noche, resonaron unos fuertes golpes en su puerta. A esas horas poca esperanza tenia María de que pudiera ser alguien conocido, alguien que necesitara de un breve desahogo temporal de su cuerpo, que no le importara el contacto de un ser frío e inerte con tal de satisfacer sus frustaciones físicas...
Mas la sorpresa de María fue mayúscula al abrir la puerta. Era el Amor, que en medio de esa neblina se había confundido de camino entre tantas callejuelas empinadas y necesitaba de unas breves indicaciones para encontrar el destino al que estaba asignado.
Sin embargo, al ver a María decidió que podía permitirse descansar un rato en su casa. “el Amor nunca es tarde cuando llega”, por lo que esa persona podía esperar. Esa noche, sin sabe porque, le apetecía hacer compañía a María, sentarse junto a ella frente a ese fuego decrépito y conversar. Y hablar y hablar. Y mirarla a los ojos, sentir como éstos se iban inundando de calor, notar como las risas compartidas ensanchaban el corazón de ambos... Y así les alcanzó el alba, sentados sin otra noción del mundo más que la existencia de dos corazones unidos por un mismo sentimiento...
Mas una cualidad que no le faltaba al Amor era la de ser realista. Enganchado con un alfiler en la solapa de su chaqueta estaba otro nombre. Y María lo sabía desde el primer momento en que abrió la puerta, así que para qué retenerlo? Ella no podía.. así que el Amor marchó, no sin antes dejarle un recuerdo a María para que nunca le olvidara, regalo totalmente innecesario pues ella no lo olvidaría durante toda su existencia. Por primera vez en su vida María había conocido al AMOR. Ya no necesitaría buscarlo más en rostros nocturnos difuminados entre la lujuria y la desesperanza. Ahora su corazón calentaba su cuerpo y su alma más que esa débil hoguera encendida en su hogar. El amor había llamado a su puerta, pero... ¿podría algún dia llegar a olvidar ese pelo canoso, esos ojos que eran el mismísimo espejo de su alma, esa sonrisa que iluminaba su rostro, ese bigote moteado de cenizas...?