un bañito

Acabo de salir de la bañera. Con ello me gano la enemistad de muchos ecologistas, tanto consumo excesivo de agua, pero para mí significa salvación, relax, descanso… y lo necesito, después de una semana de trabajo duro, llegar a casa, llenar la bañera y sumergirme en ella es casi (digo casi) al equivalente a un orgasmo. Viviendo sola, es el máximo placer que he descubierto. Llenar la copa de vino “Castell de Siurana” (brindo por ti, la ultima vez no pude), apagar las luces y que sea un débil velita la que ilumine mis pensamientos. Ya casi ni tengo tiempo para ellos, las diez horas diarias me impiden cualquier otra accion que no sea trabajar y sobrevivir.

Y me gusta disfrazarme de submarino y zozobrar en las calidas aguas, sumergir mis oídos y notar mi respiración acompasada con los latidos de mi corazón. Acelerado, por cierto, o quizás sea el tuyo, ocupa bienvenido en mi pecho. Será que pienso en ti. La copa de vino me incita a ello. Siurana, sí, sin miedo a las alturas. Miedo a otra clase de horrores. Mejor dejo de pensar en ello, sino mis manos iniciaran un viaje por mi cuerpo y no quiero que ellas sobreescriban las huellas que tu dejaste en él. Que sea el tiempo quien lo haga, pero nunca el olvido…

Se enfría el agua, les veo planear encima de mi cabeza, será que soy incapaz de teñir el agua de rojo encendido. Tirito, turbios pensamientos han apagado ya mi calma interior. Necesito de Ismael ahora mismo. Él si sabe poner banda sonora a mi tormenta.


Se acabó el vino, Siurana se secó en la botella, esta noche correrán racimos de uvas por mis mejillas. Será la Luna llena...