Intento atar los cabos de mi cordura y tan solo consigo un débil lazo corredizo. No soy yo ni sé quien soy, desconozco este cuerpo maltrecho que me saluda indiferente al espejo, ¿o acaso no quiero reconocer a la Sra. Hyde que escondo tras una amplia sonrisa? Poco importa a cual o quién me asemejo, solo sé que no me gusta ninguna de ellas, quisiera fundirlas y unirlas en una, pero ¿cómo modelar el cesio con el cromo? Y así viven, engañándose una a la otra intentando demostrar su supremacía sobre mi cuerpo. Y las veo desde fuera batallar a vida o muerte, sin que la balanza se decante por ninguna, y puede que sea mejor así, pues una me da miedo por cobarde y la otra porchuleta. Y odio a las dos y ambas me odian a mi.